lunes, 23 de febrero de 2009

La Feria del Libro en Ocaña





El arte de ser anfitriones y huéspedes



¿Quién llega? ¿Quién acoge?¿Quién es anfitrión? ¿Quién es huésped?¿Cómo quitarme este sentimiento de extrañeza que me embarga, aúnsabiéndomeen casa?O cierta felicidad cuando me mudo de ella.De alguna manera todos somos extranjeros. Algunas veces anfitrión.Algunas veces huésped. (Anfitrión y Huésped, Aníbal Rodríguez Silva)


Por invitación de Alfredo Rubio, mi consultor en muestras de cine, llegué como un peregrino hasta la Feria de Libro de Ocaña. Él venía de Cúcuta y yo iba desde Ocaña. La Feria era en Ocaña.

Una feria es encuentro entre culturas, intercambio de chismes, saberes y productos. Debate entre vendedores y compradores para mostrar las más diversas mercancías, como dice el diccionario. La Feria del libro en Ocaña tuvo algunos de esos ingredientes y ante todo fue un gran momento para la ciudad. Aquí hubo recitales, cine, presentación de libros, homenajes merecidos, bohemias y abrazos de bienvenida y de despedida. El día que fui la gente estaba como de fiesta; era domingo por lo tanto había pocos autos en la calles, muchos niños colgados de las manos de los papás, ciclovías, helados; paseantes, lectores de prensa, bebedores de café y cerveza. Luego el remolino de las librerías. El recinto de la Feria estaba ubicada en el antiguo seminario del Dulce Nombre que escrito suena muy diferente a como suena para nosotros: lacalledeldulcenombre. Y adentro el encanto de los libros y el encuentro con amigos que veía por primera vez en mi vida; fue un gusto ir con Filippo y que él encontrara el libro que desde hacía rato quería que lo leyeran sus ojos: Las Crónicas de Narnia. Luego la fiesta de ese domingo que siguió hasta la noche con tanto énfasis que no nos dimos cuenta del aguacero y las inundaciones.

Mi apreciación como ciudadano participativo y hedonista: sentí que en la ciudad no fuimos anfitriones de la feria. Es decir anfitriones en el sentido serio de la palabra: de ser huéspedes y anfitriones al mismo tiempo.

Porque para ser anfitrión hay que habitar la casa y este caso, en una feria del libro, la casa es construida de palabras y allí me atrevo a decir no estaban los constructores de esa casa. Y si no construimos no habitamos, como diría Heidegger. Llamó la atención que en el recital de poseía no estuvieran esos maestros de obras de nuestras habitaciones o cuevas de la palabra para dar la bienvenida a los colegas en un intercambio de mercancías: ¿dónde estaban?

Eso llamó la atención. Primera señal rara. Y luego la segunda:

Era curioso que los talleres de creación literaria ya estuvieran conformados en un solo paquete traído de Cúcuta. Eso está perfecto y bienvenidos sean, pero queda la sensación de que aquí en la ciudad no hubiera trabajo en talleres, tradición pedagógica, productos nuestros. Bienvenidos los intercambios culturales pero que sean de verdad: en la ciudad hay anfitriones en pedagogía infantil y no meros espectadores de la sabiduría o las burradas ajenas, que también son las propias. Aquí resuenan las palabras de Mahatma Gandhi que invitan a globalizaciones sin pérdida del rostro humano: “No quiero mi casa amurallada por todos lados ni ventanas selladas. Yo quiero que las culturas de todo el mundo soplen sobre mi hogar tan libremente como sea posible, pero me niego a ser barrido por ninguna de ellas”.

Estamos a favor de los vientos nuevos y renovadores, pero que esos vientos se crucen, se revuelquen y nos despeinen a todos y todas. Estamos a favor de las puertas abiertas, pero no que se nos cierren en las narices de nuestra propia casa.

Por demás está decir que no hubo invitaciones formales y que la programación fue un fantasma viviente como en el día de las brujas, es decir no hubo un correo electrónico donde se informara el día a día de las actividades, máxime cuando tenemos que soportar invasiones masivas de forwards que no dicen nada. Gracias a eso nos perdimos algunas conferencias imperdibles, como la de Renzo Said que después no pudo repetírmela por más que intentó.

Lo complicado de todo esto es que la ciudad había abierto las puertas y era gente de la casa (gente del vecindario) quienes convocaban.

Me atrevo a decir que a esto le faltó una curaduría experta que revisara contenidos, públicos, memorias, agendas futuras entre profesores, poetas, historiadores, artistas; faltó la formalidad de enviar cartas de invitación, programación; faltó una voz que dijera esto va por acá y aquello por allá y faltó equidad.

Y la falta de equidad nos golpea a todos por igual, por eso debemos decir como anfitriones que no lo fuimos: lo lamentamos por los huéspedes que vinieron de tan lejos y se encontraron con una ciudad sin creadores, sin pedagogos, sin poetas de verdad buscadores de la palabra, como los excelentes que hay por acá y no meros declamadores trasnochados.

Queda, eso sí, el placer de nuevos amigos como sentido final de una feria: encuentro, progreso y chisme. Hasta el año próximo. Sea donde sea, tendremos zapatos nuevos para llegar a tiempo.


Mis antepasados caminan libremente por la casa.Yo puedo verlos. De algunos no se ni siquiera sus nombres.Ellos habitaban la casa antes que yo y seguramente vivirán allí despuésdemi muerte.¿Quién es el verdadero dueño de la casa? A veces me pregunto.
2009 © Benjamín Casadiego