miércoles, 25 de marzo de 2009

Esponjado de piña


Ingredientes:

Una piña
4 cajas de gelatina de piña
1 pote de leche condensada.

Se pica en cuadritos y se pone a cocinar con ¼ onzas de azúcar. Cuando ya hierva se cuela y con esa agua de piña de hace la gelatina de piña.

Luego se coloca en la nevera y cuando ya cuaje se licua con leche condensada de la grande.

En una refractaria se coloca una porción de piña y otra de gelatina licuada y así sucesivamente.

Luego se coloca en la nevera y listo, buen provecho.

La receta ha sido transcrita tal y como la dejó Elizabeth de la Rosa en mi libreta de apuntes. Este esponjado es famoso en las fiestas de cumpleaños desde hace unos treinta años; no es el clásico dulce de las primeras comuniones y los cumpleaños de mitad de siglo XX consistente en arequipe (leche de vaca con azúcar a fuego lento hasta que espese) con galletas Nacional de esas que venían en una caja de lata ya salidas del mercado (aunque hace unos meses vi varias de esas en el armario de una tienda en Salazar de las Palmas). Desde que Elizabeth dejó esa receta en mi cuaderno, el esponjado hace parte de las fiestas.

martes, 24 de marzo de 2009

Una torta natural


Pudin de zanahorias

3 tazas de harina
2 cucharadas de bicarbonato
4 huevos
2 cucharadas de canela
1 cucharadita de sal
2 tazas de zanahoria rayada (pueden ser tres)
1 taza de pasas
2 cucharaditas de polvo de hornear
1 ½ taza de azúcar (yo uso banano y con ello disminuyo la cantidad de azúcar)
1 ¼ tazas de aceite.

Se revuelve la harina con el bicarbonato, el polvo de hornear y la sal. Aparte de se ponen el aceite y el azúcar mezclándolos bien después de cada adición. Se agregan los huevos uno a uno, las pasas y de último la harina, alternando con la zanahoria y el banano. Se vierte en un molde engrasado a 350º F. Por una hora aproximadamente. (Simplemente yo calculo calentar por 15 minutos a temperatura máxima y luego cuando ya meto la torta le bajo el calor, esto equivale en términos reales a casi dos horas).

Nota: De las calidades de esta recta puede dar fe el profesor Benavides, que ha llegado a degustar, poco a poco, hasta una torta entera.

viernes, 20 de marzo de 2009

Licores caseros: Sabajón



Ingredientes:

1 litro de ron Viejo de Caldas
2 litros de leche de vaca (NO puede ser leche de bolsa; el tamaño de los litros es el de la coca cola 2 litros y medio)
2 tarros grandes de leche condensada
2 tarros de crema de leche (del mismo tamaño de la leche condensada)
2 flanes de leche (para licuar)
10 huevos
1 copa de vino (opcional)
1 copa de aguardiente
Pasas
Canela en polvo.

Preparación:

Se pone a hervir la leche. Se preparan aparte los flanes de leche. Luego se pone a licuar: la leche, los flanes ya listos, los 10 huevos, la leche condensada, la crema de leche, los licores. Se espolvorea canela y se agregan las pasas. Se deja enfriar.

Si se quiere mas fuerte se le reduce la cantidad de leche de vaca: puede dejarse solo un litro de leche.

(Esta receta ha sido publicada a petición de mi sobrina Karina Avendaño que entre navidad y año nuevo se degustó un balde completo de este tradicional licor)

martes, 17 de marzo de 2009

Atrapados en el tiempo



A María Lisant: su belleza y espíritu neolítico.


“Si uno pudiera deshacerse en el tiempo”, William Faulkner: Mientras agonizo.

¡Todo el mundo sabe que en nuestro país lo más fácil es hacerse rico! La existencia de tanta pobreza a pesar de aquello se debía a que, a lo largo de sus vidas, a nuestros compatriotas no se les enseñaba a ser ricos, sino a ser pobres. Orham Pamuk: El Libro negro.


1

A los 26 años Lévi-Strauss dictaba clases en la Universidad de São Paulo al tiempo que realizaba trabajo de campo en la Amazonia y Mato Grosso do Sul con aisladas comunidades indígenas. Durante esos intensos años de exploración, trabajo académico y búsqueda interior (1934- 37) el joven antropólogo llega a la conclusión de que su búsqueda antropológica se ajustaba a la perfección en su inteligencia neolítica. Había entendido que había algo en él, en su pensamiento, que asumía sin contradicciones las investigaciones que estaba llevando a cabo en las selvas de Brasil y Paraguay. Ese momento crucial en su viaje de iniciación a Sudamérica lo relató en Tristes Trópicos, un fascinante documento entre la ciencia y la literatura: “Hoy a veces me pregunto si no me sentí atraído por la antropología, aunque inconscientemente, a causa de una afinidad estructural entre las civilizaciones que son su objeto de estudio y mis propios procesos mentales. Mi inteligencia es neolítica.”

La anécdota que he contado apunta a esto: Imaginemos que hemos decidido hacer un viaje hacia el conflicto colombiano. ¿En qué nos puede ayudar para el viaje esa certeza íntima de Lévi-Strauss? Mi idea es así: para uno entender esta violencia en primer lugar hay que ser del país y en segundo poseer esta “inteligencia” nuestra que fue el caldo de cultivo de este conflicto.

¿Podemos sabernos neo-colombianos de la misma manera que Lévi-Strauss se supo neolítico?

La edad neolítica fue un intermedio entre la agricultura y el asentamiento de las ciudades: fue entonces pos-agrícola y pre-urbana, un momento ideal de la historia humana. Floreció la agricultura, la cría de ganado, la alfaharería, los telares; los alimentos comenzaron a ser conservados y procesados y estábamos lejos aun de la civilización mecánica.[1]

Alejados irremediablemente de ese momento romántico de la historia del hombre, nos encontramos con nosotros mismos: colombianos en la primera década del siglo XXI, atrapados en el tiempo: la guerra ha mutado, nos ha engañado haciéndonos creer que es la misma y nosotros hemos caído en su trampa: confundimos la guerra de ahora con la de hace 50 y la de hace 50 con la de los Mil días.

Tenemos motivos para confundirnos: ante esa ausencia de tregua y de soluciones claras nos queda el sabor de estar en las mismas desde los tiempos de los tiempos. Hay una trampa que no ha sido resuelta. La guerra así parece infinita. Hay una expresión para designar las pinturas que engañan al ojo: Trompe l'oeil, literalmente trampa al ojo.[2] ¿Es una trampa al ojo esta guerra? O ¿Somos una trampa?

La película Matrix de Larry y Andy Wachowski, nos muestra ese mundo en el que estamos atrapados: un no-lugar entre la máquina y el hombre. Para nuestro caso: un mundo entre el la necesidad de guerra y el deseo de paz. La verdad es que ni lo uno ni lo otro sino ambas personalidades: tenemos necesidades encontradas. Tampoco somos los mismos de hace décadas.

2

Si esta guerra no ha sido siempre la misma y nosotros tampoco somos los mismos, pensemos entonces dos ideas sobre la discontinuidad del tiempo.

Uno. Ante una realidad, a simple vista inmutable, nos puede interesar o indisponer saber entonces que no somos una continuidad en el tiempo y que, en palabras de Slavoj Zizek, vivimos en un interespacio y en un tiempo prestado.

¿Qué es todo eso de interespacio y tiempo prestado? Simplemente que tanto los problemas como las soluciones son temporales, toda solución es provisional o temporal: no podemos ser radicales en las soluciones porque los problemas tampoco lo son.

Lo han demostrado en la India y en Malasia por citar dos grandes regiones donde las oportunidades han mejorado para muchos, donde la clase media ha crecido de un 10% a un 50% en menos de cinco décadas. Claro, en Colombia tenemos una desventaja: llevamos mucho tiempo en guerras y eso nos ha atrasado considerablemente en ciencia, tecnologías, educación, investigación y comunicaciones. [3]

Dos. Foucault en sus estudios sobre el lenguaje del siglo XVI descubre que el hombre es una invención reciente, una figura que apenas tiene 200 años, o sea desde la época de nuestra independencia. Es decir el hombre como tal, esto que somos ahora viene de la modernidad que nace a comienzos del siglo XIX. Para él era reconfortante saber que ese hombre, del cual muchos consideraban que venía construyéndose desde Sócrates, es solo un desgarrón en el orden de las cosas, un pliegue que desaparecerá cuando el saber encuentre una forma nueva dentro de su constante fluir.

¿A qué nos lleva todo esto?

Uno. A que los tiempos y los seres humanos no somos estáticos, tampoco las culturas. Toda esta identidad que nos ha marcado a lo largo del tiempo moderno puede desaparecer tal y como llegó.

Dos. El tiempo se vive como un libro. Un libro puede significar algo en la juventud y otra en la madurez, pero uno no puede decir cuando lee por primera vez un libro: si lo hubiera leído de joven, ¡el provecho que le hubiera sacado! Al leerlo ahora ese libro está modificando de inmediato el pasado, el presente y el futuro de nuestra vida.

La posibilidad de un nuevo colombiano podría generar nuevos retos. Yo ubico dos escenarios por ahora:

Primer escenario: es posible que tendríamos que asistir a terapias grupales con sicólogos de alto nivel que nos ayuden a asumir y aceptar el trauma de un país SIN guerra.

Segundo escenario: Simplemente asumimos el síntoma con responsabilidad y enfrentamos la enfermedad sin eufemismos a ver si trascendemos ese momento en el que quedamos, como el protagonista de Matrix, atrapados en esa estación de metro donde no vale andar pa lante porque siempre se regresa al mismo punto por detrás.

La guerra tiene final, pero estamos confundidos… ¿O tal vez amañados?


2009 © Benjamín Casadiego

[1] Lo que se pregunta Clifford Geertz es si Lévi-Strauss no se encerró durante su “primer viaje” en una civilización ideal escondida en la inaccesible selva para desde allí intentar encontrar con su pensamiento neolítico el mundo ideal. Lo cierto, dice Geertz, es que esa fe primitiva con todos sus valores carece ahora de importancia y credibilidad.
[2] Orhan Pamuk en El Libro Negro cuenta de un concurso en Estambul para decorar un salón de esparcimiento: aquellos pintores que aceptaran el reto debían hacer un mural perfecto en su realismo. Los dos mejores pintores de la ciudad se le midieron al reto y a cada uno se les dio una pared, frente a frente, tapada con una gran cortina de tal manera que ninguno sabía lo que estaba haciendo el otro. El de la izquierda pintó un paisaje tan real que uno podía pasear en él, por su parte, el de la derecha colocó un descomunal espejo. Ganó por supuesto el del espejo, pues desde el espejo se veía con mayor nitidez y colorido la obra del frente: hasta se veían revolotear pajaritos en las ramas de los árboles pintados y otros detalles que en la pintura no se alcanzaban a notar.
[3] “Y no pude menos que pensar en todos aquellos a quienes la guerra había seguido matando después de que las armas hubieran cesado de disparar”, dice un personaje de Alessandro Barico en “Esta historia”.

viernes, 13 de marzo de 2009



Una vieja historia

John Jairo Junieles


En otro lugar me esperan
Paul Celan

Esta es una vieja historia.
Mi primer hermano no llegó a nacer
y fue enterrado en el patio,
que es hoy un lugar sagrado.
Luego nací yo.
Mis padres me llamaron como a él,
condenado a saber que cada gesto
y acto mío es inferior a él,
quien hubiera sido capaz de volar,
mientras yo ocupo el espacio suyo,
el aire de sus palabras,
todo eso que me queda grande.
Ya no hay ruidos en el patio,
las gallinas son frutos extraños
en las ramas.
La tarde abre sus venas en el horizonte,
y me trae cosas de otro tiempo.
Cuántas lunas para llegar a mí,
Si cuando miro atrás creo que
no son mías las huellas que he dejado.
Hay alguien morándome, yo sé,
somos dos sombras bajo una estrella
que no es la suya.

Fervor de Buenos Aires (1923)







Hola profesor Benjamín:

Ahora que hablas de profundidades recuerdo que en la casa de mi infancia había un algibe en el solar habitado por una medusa macho, y nada más era asomarse para ver como movía sustentáculos,como Borges , no se jactaba de los libros que había escrito, sino de los que había leído. Esta casa era custudiada por unas brujas entre catorce y diesciseis años, dicen los que las conocieron que estas mujeres eran la más bellas de la comarca, yo lo único que recuerdo es que todas se hacían llamar María del Carmen. Ahí te mando este poema de Borges que lo tienes iniciado en el blog. José Ropero.


Un patio, Jorge Luis Borges

Con la tarde
se cansaron los dos o tres colores del patio.

Esta noche, la luna, el claro círculo,
no domina su espacio.
Patio, cielo encauzado.
El patio es el declive
por el cual se derrama el cielo en la casa.

Serena,
la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.

Grato es vivir en la amistad oscura
de un zaguán, de una parra y de un aljibe.

Jorge Luis Borges
Fervor de Buenos Aires (1923)

lunes, 9 de marzo de 2009

Viaje a las profundidades del patio



























Viaje a las profundidades del patio

Con la tarde
Se cansaron los dos o tres colores del patio
Jorge Luis Borges

Doblarse para permanecer íntegro; doblarse para mantenerse recto; vaciarse para una plenitud; marchitarse para una renovación; con menos hallamos, con demasiado nos extraviamos.
Laozi, cap. XXII

Ayer me porté mal en el cosmos.
Viví todo el día sin preguntar por nada,
sin sorprenderme de nada.
Wsilawa Szymborska

El ingrediente más pequeño es el más poderoso,
El acto más pequeño es el más potente.
Emily Dickenson
...
Hace unos dos años me invitaron a dar un taller de escritura a un grupo de campesinos de la región. Yo por ese entonces además de dirigir un proyecto del Laboratorio de Paz estaba realizando fotografías de la naturaleza que rodeaba a Ocaña y por otro lado estaba buscando la vida del patio de la casa: hormigas, líquenes, arañas, musgo, troncos viejos, hongos en las paredes, en los tejados. Coincidencialmente, o como parte de esas búsquedas, estaba leyendo temas del arte, la literatura y la filosofía china del siglo XVI, XVII y XVIII. Elogio de lo insípido, Vacío y Plenitud, Elogio de la Sombra y ese gran libro de la literatura china y universal Los Mandarines, de Wu Jinzu. Los temas se ajustaban a la perfección con las fotos: vacío y plenitud, lo insípido, lo agrio, lo dulce, la sombra y la luz, la pincelada, el color, la niebla, los pintores ermitaños, la caligrafía como estética y contenido, la comida como parte de una filosofía y una forma de vida, las ceremonias mundanas y hasta la vida política del periodo confuciano.

Así que cuando me propusieron esa colaboración con un proyecto que se ejecutaba en la región yo no dudé en enfocar ese taller en las búsquedas del momento. Organicé las fotos en un power point y le dije al grupo de silenciosos y educados participantes: este taller buscará un encuentro con lo que está allí cerca de ustedes, la poesía está por ahí, es pequeña y silenciosa, tanto que muchas veces pasamos por encima de ella sin darnos cuenta y ella se queda esperando nuestra mirada. La idea es ver, pensar el mundo, reconocerlo y reconocernos nosotros en él.

Comencé de inmediato a mostrarles las fotos: un gato negro a las seis de la mañana, una paloma dormitando, limpiacasas expectantes asomándose en una grieta, niebla flotando sobre las montañas al alba, un burro mirando curioso, las cuerdas de la ropa con gotas de lluvia, las cuerdas de la ropa con ropa al medio día, anotaciones de un carpintero en una puerta del siglo XIX que todavía abre y cierra en el siglo XXI, unas gotas de pintura regadas en el piso que semejaban una galaxia, un aguacero descuajándose en Semana Santa sobre el follaje del jardín, un gajo de higos contra el cielo violeta de un atardecer de principios de enero, la gota sobre una hoja, la hoja verde sobre la huella de otra hoja sobre un parche de cemento, verde sobre gris, la sombra de la tarde cayendo sobre el verde musgo semejando la vista de la tierra desde el espacio, una teja con parches de hongos, una arco iris, la estela blanca dejada por un avión, una pequeñita flor amarilla, un helecho creciendo en una ventana, un hongo blanco creciendo solitario en una pared. El taller se llamó: Viaje al patio de la casa.

Luego de exponer las fotos entregué a cada participante un papelito con un lápiz y les propuse que escribieran en ese minúsculo espacio algo relacionado con las fotos que les había mostrado. Tímidamente los campesinos fueron agarrando el papel y el lápiz y empezaron a mirar hacia dentro de ellos con esa mirada que se pierde en algún lado más allá del aire y el tiempo que habitamos cuando nos da por pensar o imaginar. Después de quince minutos algunos me entregaron sus creaciones, otros más osados leyeron al público y otros simplemente se llevaron el papelito para la casa. Después nos despedimos y allí, al parecer, terminó todo.

Con el paso del tiempo me he encontrado con algunos de los participantes que al verme se apresuran a sacar se sus billeteras un papel doblado y liso donde está el escrito que ese día no pudieron entregar: mujeres que abren el bolso y me entregan un poema dedicado a la ropa colgada, a las gallinas o a las estrellas. ¡La maravilla de la sencillez! Leer esos escritos después de un taller encierra la emoción de un nacimiento, la ventana que se abre al mundo.

Por supuesto, uno comienza a imaginarse otros talleres combinados como los helados o las obleas: qué tal un taller de astronomía con literatura, o este otro de cocina con astronomía y literatura, o este de contabilidad con barriletes y medio ambiente, o este de los papás con los niños y hasta el gato con cuentos de espantos incluidos o uno de costumbres de ahora con las de antes. Qué tal hacer un video un día de estos, o un programa radial o un periódico. O qué tal comernos una oblea de arequipe con crema de cerezas al final.

Este año he podido encontrarme con dos bellos libros de Italo Calvino. El primero de ellos, “Mundo escrito y mundo no escrito”, es una compilación de ensayos donde se habla del arte de leer, del placer de la literatura, de antropología, ciencia, neuronas, astronomía, cultura. También habla de la creación literaria y en uno de ellos menciona el hastío que a él le causaba ver las cosas y describirlas. Dice que a partir de esta dificultad comenzó a imaginarse un libro cuyo centro fuera precisamente esa carencia. Se inventó un personaje que llamó Palomar como homenaje al Monte Palomar donde está el observatorio astronómico de California.

Leí con avidez y placer esa pequeña novela “Palomar”: desde las primaras paginas supe que estaba recorriendo otra arista del taller de creación con los campesinos, cruzaba la línea de otra historia que estaba por ahí latente. El libro es pequeño y tiene esa gracia que hemos aprendido a apreciar de Calvino: el arte de la implosión en lugar de la explosión: donde las cosas que se dicen están como escritas en papeles pequeñitos. Los capítulos del libro están organizados como esos textos que se usan en el bachillerato para la clase inglés o francés: El señor Palomar en el supermercado, en el jardín, en el observatorio, en la playa, en el zoológico, en el balcón. Cada capitulo se divide en tres partes que tienen en primer lugar un ejercicio meramente descriptivo, a continuación la mirada cultural sobre el mismo objeto observado y por último, la mirada filosófica.

El libro era un detonante creativo a esa cadena de misterios que conforman la vida: lo que está arriba, lo profundo, lo oscuro, lo claro, la vida, la muerte, lo finito, lo infinito, lo feo, lo bello, la religión, la fe.

Calvino, tal vez sin saberlo, había redactado la continuación de ese taller, un momento con él encontrado en las líneas de la escritura, que como las líneas de la vida se cruzan, dándole significado y sentido al tiempo presente.

2009 © Benjamín Casadiego

Palomar

De Italo Calvino

Para reconocer una constelación, la prueba decisiva es ver cómo responde cuando la llaman. Más convincente que la coincidencia de distancias y configuraciones como las dibujadas en el mapa es la respuesta que el punto luminoso da al nombre que se le atribuye, la rapidez de su identificación con ese sonido hasta convertirlos en una sola cosa. Los nombres de las estrellas para nosotros, huérfanos de toda mitología, parecen incongruentes y arbitrarios; y sin embargo no podrías nunca considerarlos intercambiables. Cuando el nombre que el señor Palomar ha encontrado es el correcto, lo percibe enseguida, porque le da a la estrella una necesidad y una evidencia que antes no tenía; si en cambio es un nombre equivocado, la estrella lo pierde al cabo de pocos segundos, como si se lo sacudiera de encima, y no se sabe ya dónde estaba y quién era.

sábado, 7 de marzo de 2009

Al General Garay



Retrato

Por Jorge Humberto Serna Páez


Todavia no nos hemos recuperado
de los viejos traumas
y vos ahí
agazapado tramando entrre las sombras
colgado en la vaguedad de tus mostachos
oteando y husmeando con tu nariz de can
por el pensamiento de las gentes

Dicen que después de media noche
te ven marchando por el entorno de Las Llanadas
dándole órdenes con tu voz de bronca
a las invisibles huestes conservadoras
de las guerras de los mil dias
para que a nombre del Sagrado Corazón de Jesús
y de Cristo Ry bendito
maten a los infieles liberales

Dicen que tus monserjas de ultratumba
se escuchan sobre las nauseabundas aguas del Tejo
y que también se escuchan por los barrios
Simon Bolívar, la Piñuela, Camilo Torres y el Carretero

Me preocupa Benjamin
que te hallás acostumbrado al sesgo de su mirada
y más me preocupo por aquello de los decires
de que uno termina pareciéndose
a las cosas que le rodean.

¿Quién se hará cargo de exorcisar al retrato?
¿Quién le pondrá el tatequieto?